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María Moliner

La mujer que descifró todas las palabras

Paniza, 1900 – Madrid, 1981

Cuando se cita el nombre de María Moliner, casi nadie sabe de quién se habla. Solo los que se dedican al mundo de las letras lo han oído mencionar y al instante lo identifican con un diccionario, un tipo de libro útil pero aburrido, en muchos casos “difícil de descifrar” y que no es raro que aclare poco de lo que se pretende averiguar. Sin embargo, ese nombre no es solo el título de una obra de consulta “diferente”, tan provechosa como amena. También lo fue del de su autora, una fascinante persona de carne y hueso que luchó de forma desinteresada toda su vida, sin rendirse, aunque las circunstancias estuviesen en su contra, para incrementar el nivel cultural de sus semejantes y que así pudieran prosperar en la vida.

Vida

María Moliner Ruiz nació en 1900 en la localidad zaragozana de Paniza, hija de un médico rural. Cuando contaba cuatro años de edad, su padre ingresó en la Marina y la familia se instaló en Madrid. En la capital de España María y sus hermanos iniciaron su formación en la Institución Libre de Enseñanza, un proyecto educativo novedoso, privado y laico, surgido a finales del siglo XIX.

En 1914, en una de sus visitas a Argentina, el cabeza de familia, que viajaba como médico de barco, decidió no regresar. Comenzó entonces una etapa complicada para María y el resto de su familia. Se instalaron en Zaragoza y para conseguir algo de dinero María comenzó a dar clases particulares, a pesar de que todavía era casi una niña.

Obra

Las dificultades económicas no le impidieron seguir sus estudios y fue una de las pocas mujeres que en esa época llegaron a la Universidad. Estudió la carrera de Filosofía y Letras en la especialidad de Historia, la única que había entonces en Zaragoza. Intervino en la elaboración de un Diccionario aragonés (dentro de un proyecto, el Estudio de Filología de Aragón, liderado por Juan Moneva y respaldado por la Diputación de Zaragoza) que no se llegó a publicar y enseguida consiguió una plaza en el archivo de Simancas, en la provincia de Valladolid, donde permaneció hasta que en 1924 obtuvo un puesto mejor en un archivo de Murcia. En esa ciudad conoció al físico Fernando Ramón, uno de los profesores universitarios que introdujeron en España las teorías de Albert Einstein, y se casó con él.

Unos años después el matrimonio se trasladó a Valencia, ya con varios hijos. Preocupado por su educación, se unió a varios matrimonios amigos para crear uno de los colegios más avanzados de su tiempo, la Escuela Cossío, a semejanza de la Institución Libre de Enseñanza, de la que María guardaba excelentes recuerdos. En ese centro escolar impartió clases de Gramática y Literatura.

Misiones pedagógicas

En los primeros tiempos de la Segunda República Española, establecida en 1931, se pretendió que la educación fuese el motor de progreso y de avance social. Se construyeron cientos de escuelas e institutos, se mejoró la formación de los profesores y se crearon las llamadas Misiones Pedagógicas, para llevar el arte, el teatro, el cine y los libros al mundo rural. María Moliner se implicó en todas esas iniciativas de forma entusiasta. Participó en un congreso internacional sobre bibliotecas en 1935 y redactó unas instrucciones para ayudar a los bibliotecarios de pequeñas poblaciones. Sin embargo, un año después comenzó la Guerra Civil y todo el proyecto se vino abajo.

Ya en plena guerra, fue nombrada directora de la Biblioteca Universitaria y Provincial de Valencia, que se convirtió en capital provisional de la República, pues Madrid estaba asediada. Preparó un plan para organizar todas las bibliotecas del país. Pero los republicanos perdieron la guerra y nada se pudo hacer. La Institución Libre de Enseñanza y la Escuela Cossío fueron disueltas en favor de una educación católica y tradicional. Muchos de sus amigos fueron ejecutados, encarcelados o se exiliaron. Y María y su marido sufrieron graves represalias. Fernando Ramón fue recluido en Murcia y le quitaron el empleo y el sueldo. Como de María hablaron bien algunos dirigentes del bando vencedor, se le permitió trabajar, aunque fue degradada. De ser una de las máximas responsables educativas del país pasó a ser una bibliotecaria más, con un humilde salario.

Años después, su marido pudo volver a la Universidad y fue destinado a Salamanca mientras María conseguía un puesto en Madrid. Aburrida de su rutinario quehacer cotidiano, con sus hijos ya mayores y alejada de su esposo, al que solo veía los fines de semana, surgió en ella la idea de elaborar un diccionario que ayudara a mejorar el uso de la lengua. Y comenzó su tarea.

En ese tiempo no había ordenadores ni internet. Así que, en sus ratos libres, armada tan solo con su máquina de escribir, bolígrafos y lápices, comenzó a redactar sin ninguna ayuda miles de fichas de papel que reunían todas las palabras existentes en español y su significado. Pero no solo el que establecía la Real Academia Española sino también el que empleaba la gente de la calle, con abundantes ejemplos y utilizando un vocabulario sencillo. Eliminó palabras que ya no se usaban e incluyó otras que sí, aunque no estuvieran en el diccionario oficial, junto con palabrotas y onomatopeyas. Además, las que tenían una raíz y un origen común, las reunió por familias para facilitar su comprensión.

Tras años y años de solitario y tenaz trabajo, en 1966 se publicó su Diccionario de uso del español, que asombró a todos. Cómo era posible que una mujer sola, en su casa, sin ser especialista en el tema, hubiese podido escribir una obra tan monumental y valiosa. Parecía un milagro inexplicable. Los elogios y la admiración se multiplicaron. Muchos opinaron que María Moliner debía ser miembro de la Real Academia y en 1972 se propuso su nombre para entrar en la institución. Pero ninguna mujer lo había hecho nunca. Y tampoco lo hizo ella. Era mujer y, además, licenciada en Historia, no en Filología. La decisión y la gran polémica que se originó la afectaron. Y es muy posible que aceleraran la enfermedad cerebral que padecía y que causaría finalmente su fallecimiento en 1981.

Referencias

  • Mª Pilar Benítez (2010): María Moliner y las primeras estudiosas del aragonés y el catalán de Aragón. Zaragoza: Rolde de Estudios Aragoneses.
  • Hortensia Búa Martín (2012): María Moliner. La luz de las palabras. Madrid: HBM.
  • Manuel Calzada (2013): El diccionario. Madrid: Artezblai.
  • José Luis Cano (2000): María Moliner y su Diccionario. Zaragoza, Xordica.
  • Antón Castro (1993): “María Moliner o el cultivo de las palabras”, en Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados (204-209). Zaragoza: Gobierno de Aragón.
  • Pilar Faus (1990): La lectura pública en España y el Plan de Bibliotecas de María Moliner. Madrid: Anbad.
  • Inmaculada de la Fuente (2011): El exilio interior. La vida de María Moliner. Madrid: Turner.
  • Diccionario Biográfico Español, Real Academia de Historia: https://dbe.rah.es/biografias/12970/maria-juana-moliner-ruiz

Actividades didácticas

Instrucciones a bibliotecarios rurales

En tiempos de la Segunda República, durante la primera mitad de la década de 1930, se crearon en España cientos de bibliotecas, sobre todo en el mundo rural, que hasta entonces había carecido de actividades artísticas y culturales. En 1937 María Moliner redactó unas Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, con el fin de orientar y animar a los bibliotecarios sin experiencia, sobre todo a los destinados a pequeñas localidades, donde todo el mundo se conoce. En esas instrucciones, les indicaba que el éxito de la biblioteca dependía en buena parte de su trabajo, el de estimular la lectura y saber orientar al lector. Dar a cada uno el libro cuya lectura le interesará, le atrapará y deseará repetir, según sus gustos y sus aficiones.

Lee los siguientes fragmentos escritos por María Moliner y coméntalos.

El bibliotecario, para poner entusiasmo en su tarea, necesita creer en estas dos cosas: en la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente a quien va a servir, y en la eficacia de su propia misión para contribuir a este mejoramiento.

No será buen bibliotecario el individuo que recibe invariablemente al forastero con palabras que tenemos grabadas en el cerebro, a fuerza de oírlas, los que con una misión cultural hemos visitado pueblos españoles: «Mire usted: en este pueblo son muy cerriles: usted hábleles de ir al baile, al fútbol o al cine, pero… ¡A la biblioteca…!».

En vuestro pueblo la gente no es más cerril que en otros pueblos de España ni que en otros pueblos del mundo. Probad a hablarles de cultura y veréis cómo sus ojos se abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta: cultura! Ellos presienten, en efecto, que es cultura lo que necesitan, que sin ella no hay posibilidad de liberación efectiva, que solo ella ha de dotarles de impulso suficiente para incorporarse a la marcha fatal del progreso humano sin riesgo de ser revolcados: sienten también que la cultura que a ellos les está negada es un privilegio más que confiere a ciertas gentes sin ninguna superioridad intrínseca sobre ellos, a veces con un valor moral nulo, una superioridad efectiva en estimación de la sociedad, en posición económica, etcétera. Y se revuelven contra esto que vagamente comprenden pidiendo, cultura, cultura…

Leer un libro o ver una película te puede llevar a mundos desconocidos, a conocer otras gentes y otras formas de vida o a vivir apasionantes aventuras. María Moliner también dejó escrito:

La educación es la base del progreso; considero que leer es un derecho incluso espiritual y que, por tanto, cualquier ciudadano en cualquier lugar tiene que tener a mano el libro o los libros que deseara leer.

¿Crees que leer estimula la imaginación y la creatividad? ¿Crees que tener más educación ayuda a conseguir un trabajo mejor y prosperar en la vida? Argumenta tus respuestas.

El diccionario de María Moliner y la opinión de grandes escritores

El diccionario que redactó María Moliner era algo distinto al editado por la Real Academia Española. Este indicaba cómo había que utilizar correctamente las palabras mientras que el de la aragonesa explicaba también, con ejemplos, cómo se utilizaban en la realidad, cómo las empleaba la gente en la calle, incluso indicando expresiones coloquiales o vulgares. No imponía normas sino que era un diccionario de uso. De esa forma, tanto los que hablaban español como los que lo querían aprender podían comprender mejor el significado de cada palabra y, además, manejarla de una manera adecuada.

Debido a sus características, muchos escritores lo prefirieron como ayuda a la hora de escribir sus obras literarias.  Así, Miguel Delibes dijo de él: “es una obra que justifica toda una vida”. Y Fernando Savater: “era el único diccionario que se podía manejar en este país”.

El 10 de febrero de 1981, solo unos días después del fallecimiento de María Moliner, el colombiano Gabriel García Márquez, que ganaría el Premio Nobel de Literatura en 1982, publicó en los periódicos una carta en la que señalaba cuánto debía a María Moliner. Le parecía una proeza extraordinaria que hubiera sido capaz de escribir sola, a mano, en su casa, sin ninguna ayuda, una obra que parecía haber sido confeccionada por un numeroso grupo de especialistas de gran renombre dotados con abundantes medios y un gran presupuesto. Según aseguraba el novelista, era más de dos veces más largo que el de la Real Academia Española y más de dos veces mejor. Él necesitaba tener siempre a mano el diccionario redactado por la aragonesa, el “más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”, donde había logrado plasmar la realidad de una lengua viva. Esta, como si fuera arena, se le escapaba de entre los dedos a los académicos, partidarios de oscuras definiciones y contrarios a aceptar el empleo de nuevas palabras hasta que ya estaban rígidas y gastadas por el uso.

Unos años antes quiso conocer a tan asombrosa mujer. Viajó a España creyendo que sería famosa, pero, con gran sorpresa para él, resultó que pocos la conocían. Finalmente logró dar con uno de sus hijos, que le indicó que su madre estaba muy enferma y no recibía visitas. Cuando María Moliner falleció, García Márquez aseguró que se encontró como si hubiera perdido a un ser querido. Alguien que, sin saberlo, había trabajado sin descanso para él. Una persona única que “pretendió agarrar al vuelo todas las palabras de la vida” para ponerlas a disposición de todos los que hablan en español.

¿Sabes quiénes son Miguel Delibes, Fernando Savater y Gabriel García Márquez? Busca en internet un resumen de su trayectoria literaria. Busca también el título de algunas de sus obras ¿Has leído alguna? ¿Cuál era su argumento?

El mundo de las palabras

Si algo nos diferencia del resto de los seres vivos que conocemos, animales y plantas, es el lenguaje, el uso de la palabra, que nos permite comunicarnos unos con otros y elaborar pensamientos complejos. Las cosas que no tienen nombre no existen, pues sin una palabra que las identifique no podemos informar a nadie de su existencia.

En todos los idiomas las palabras tienen un origen, una etimología, y a María Moliner le gustaba agruparlas según ese origen. En su libro, el orden temático primaba sobre el alfabético. Así, por ejemplo, podíamos saber que balón deriva de bala o que cultura y cultivo tienen una misma procedencia y, por ello, una misma raíz.

¿Es correcto decir que un campo permanece inculto? ¿Y que una persona está poco cultivada?

Intenta averiguar si la palabra “asesino” tiene alguna relación con el hachís. O si la palabra “inaugurar” está relacionada con los augures, unos adivinos de época romana.

Busca también en internet el origen de las palabras “papel”, “libro”, “biblioteca” y “pergamino”. Para darte una pista: dos de ellas están relacionadas con plantas y las otras dos, con ciudades de la Antigüedad. ¿Sabes por qué?

En cada región, aun dentro de un mismo país con un mismo idioma, se utilizan palabras particulares que solo emplean los que allí viven. En Aragón hay bastantes, que no entienden los habitantes de otras partes de España.

Haz corresponder las palabras utilizadas en Aragón de la columna izquierda con los significados de la columna derecha.

1.- Chipiar                                                 a) Desaguisado

2.- Esbafar                                                b) Calambre

3.- Chandrío                                             c) Chismoso

4.- Encorrer                                               d) Goloso

5.- Laminero                                             e) Barrer

6.- Garrampa                                           f) Perseguir

7.- Escobar                                                g) Perder el gas

8.- A cordetas                                           h) Limpio

9.- Escoscado                                           i) Mojar

10.- Alparcero                                           j) A caballito

Solución: 1-i, 2-g, 3-a, 4-f, 5-d, 6-b, 7-e, 8-j, 9-h, 10-c

La Real Academia Española y las mujeres

Cuando se editó el diccionario de María Moliner causó una gran admiración. ¿Quién era esa mujer que había escrito todo un diccionario? Los elogios se sucedieron y hasta hubo varios académicos que defendieron que su autora debía formar parte de la Real Academia Española. Tres de ellos, como marcaba el reglamento, propusieron en 1972 que ocupara una plaza que en ese momento se hallaba vacante. Sin embargo, finalmente se optó por elegir a un candidato distinto. Entre las razones que dieron para rechazar su nombramiento figuraba que no era filóloga sino licenciada en Historia. Además, ninguna mujer había sido nunca miembro de la Academia desde que fue creada, en 1713.

Y eso último era verdad. La primera mujer cuyo nombre sonó para ingresar en la Academia fue la poetisa y dramaturga Gertrudis Gómez de Avellaneda. Lo intentó en 1853, pero, tras un intenso debate, ese año se llegó al acuerdo de prohibir la entrada de mujeres en la institución. En años posteriores se habló de otras mujeres de verdadero mérito, como Rosalía de Castro o Concepción Arenal. Pero las puertas de la Academia siguieron cerradas para las mujeres.

Un caso excepcional fue el de la escritora Emilia Pardo Bazán, cuyas obras eran de las más leídas en su época, tanto en España como en el extranjero. Intentó ser académica en varias ocasiones, en 1889, 1891, 1912 y 1914. Pero nunca lo consiguió por su condición de mujer, pese al apoyo generalizado de la prensa y de literatos de la talla de Benito Pérez Galdós.

¿Quién fue la primera mujer miembro de la Real Academia Española? ¿Cuándo ingresó? ¿Cuántas académicas ha habido en sus más de trescientos años de historia de la institución? ¿Todas se han dedicado en exclusiva a la literatura?

En la actualidad hay varias mujeres académicas y dos de ellas tienen una especial relación con Aragón: Soledad Puértolas y Aurora Egido. ¿Qué sabes de ellas? Busca en internet información sobre su vida y su trayectoria profesional.

María Moliner en internet, en televisión, en el teatro y en la ópera

Hoy, en internet, hay varias páginas web que te acercan a la figura de María Moliner y a su famoso diccionario. Visita alguno de los siguientes enlaces y comenta qué te han parecido.

Pero, además de internet, hay otras vías para conocer mejor a la autora del Diccionario de uso del español. En Televisión Española, dentro de la serie “Mujeres en la historia”, le dedicaron un programa el
16-03-2004.
La cineasta aragonesa Vicky Calavia rodó un documental que tituló Tendiendo palabras.

Y no solo eso. En 2012 se estrenó una obra de teatro titulada El diccionario, cuya protagonista era María Moliner. Fue escrita por Manuel Calzada y publicada en forma de libro un año después. Y en 2016 se estrenó en el teatro de la Zarzuela de Madrid, María Moliner… ¡una ópera! Centrada en el momento en el que emprende la elaboración de su diccionario, daba a conocer sus intuiciones, sus pasiones, sus nostalgias y fantasías, así como la cruel enfermedad que en sus últimos años la hizo olvidar todas las palabras que ella misma definió.

María Moliner y su diccionario

Descarga desde este enlace el PDF de la publicación editada por la editorial Xordica con el patrocinio de la Obra Social de Ibercaja.

Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados

Descarga desde este enlace el PDF de la publicación Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados, de Antón Castro y José Luis Cano, editada por el Gobierno de Aragón en 1993.

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