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Benedicto XIII, el papa luna

La diplomacia, la tenacidad y el desafío

Illueca, 1328 – Peñíscola, 1423

Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor pertenecía a uno de los principales linajes de Aragón. De niño recibió preparación militar, pero finalmente sus pasos fueron dirigidos hacia lo eclesiástico en tiempos en que en ese ámbito se cultivaba la política y la diplomacia; estudió Leyes en Montpellier, donde más tarde sería profesor de Derecho Canónico. Hombre culto y enérgico, tras desempeñar diferentes cargos clericales (canónigo, arcediano, preboste…) en Vic, Tarragona, Huesca, Mallorca, Cuenca, Tarazona, Zaragoza y Valencia, el papa Gregorio XI le hizo cardenal-diácono en 1375.

Por entonces, los papas llevaban varias décadas en Avignon, protegidos por el rey de Francia a resguardo de los peligros y la conflictividad de la ciudad de Roma. Dentro de la curia, Pedro fue juez emisario, destinado en no pocas misiones diplomáticas, y acompañó a Gregorio XI en su regreso a una (solo aparentemente) pacificada Roma en 1377. Al año siguiente, el papa murió y, entre tensiones y amenazas, el cónclave eligió a un italiano, el arzobispo de Bari, que sería Urbano VI. Muchos de los cardenales (franceses en su mayoría) se arrepentían de un acuerdo que había sido muy forzado y, en cuanto pudieron salir de Roma, se reunieron en la cercana ciudad de Anagni y eligieron a Roberto de Ginebra como nuevo papa (Clemente VII), alternativo al que se había quedado en Roma. El cisma en la Iglesia estaba servido.

El prelado aragonés fue uno de los hombres de confianza del papa Clemente. Consiguió el apoyo de varios Estados europeos (entre ellos, las monarquías hispánicas) a la causa que había vuelto a instalar su sede en Avignon. Se ganó un prestigio que, tras la muerte de Clemente VII en 1394, le llevó a ser elegido por la casi totalidad de los cardenales como nuevo papa: un Benedicto XIII que, a diferencia de sus antecesores, no se dejaba manejar por el rey de Francia que, poco a poco, fue retirándole su favor hasta pedirle la renuncia en favor del papa de Roma en 1398. La negativa del aragonés provocó un bloqueo militar sobre su palacio de Avignon, y su retirada a Nápoles en 1403.

Para entonces, varios cardenales habían negado su obediencia a Avignon. Tan solo los reinos de Escocia, Sicilia, Castilla y Aragón reconocían al papa Luna. Este basaba su legitimidad en que tan solo él era cardenal antes de que se produjese el cisma. Entre fracasados intentos de acuerdo con la otra parte, el apoyo a su causa era cada vez menor y el embrollo se agudizaba en 1410, cuando un nuevo papa surgió de un concilio celebrado en Pisa (donde el de Illueca fue acusado de cismático, hereje y nigromante). Benedicto XIII seguía siendo influyente, por ejemplo, en la política de la Corona de Aragón, y organizaba eventos (como la Controversia de Tortosa) para reactivar su papel en la Iglesia.

El retiro

En 1414, el emperador Segismundo convocó un concilio en Constanza para hacer borrón y cuenta nueva y poder elegir un pontífice único para toda la cristiandad tras la renuncia de los tres papas “en circulación”. Lo consiguió con dos de ellos, pero pinchó en hueso con el aragonés, que también hizo oídos sordos a las peticiones del predicador Vicente Ferrer y el rey Fernando de Aragón. El sucesor de este, Alfonso V, le mantuvo la protección en su retiro de Peñíscola, en una antigua fortaleza templaria donde instaló su corte papal, no reconocida ya por nadie.

Así relata Antón Castro esos años de retiro: “Leía hasta deshora a la luz de los velones y escribía diariamente. Poseía una biblioteca extraordinaria de más de dos mil volúmenes, colmada de códices, manuscritos forrados de vitela con encuadernaciones en oro, textos clásicos en latín y griego, y libros de literatura reciente: Boccaccio, Francesco Petrarca, el oscense Pedro Alfonso, el cronista Pero López de Ayala (…). Se percataba, con dolor, de que se había quedado solo en esa vejez pacífica de prócer depuesto”.

Desafiante frente al mundo, sobreviviendo a envenenamientos y atentados varios, descansó del todo en 1423. Sus cardenales eligieron un sucesor, Clemente VIII, que abdicaría pocos años después por presiones del rey de Aragón. Hay quien dice que esa línea prosiguió secretamente durante siglos y que aún hoy se mantiene. Pero eso entra en el terreno de la ficción barata dada a conjuras y esoterismos de andar por casa.

Referencias utilizadas y propuestas:

Actividades didácticas

Un tiempo convulso y, en medio de todo, la Cristiandad dividida

La larga vida de Pedro de Luna, casi centenaria, coincide con una época de cambios, crisis y confrontación. La Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra llevó aparejados otros conflictos (como la violenta guerra civil en Castilla y la Guerra de los Dos Pedros que enfrentó a dicho reino con Aragón, entre otras contiendas en toda Europa). La peste negra de 1348 y las epidemias que siguieron, ligadas al hambre, provocaron una crisis demográfica, acentuaron los desequilibrios económicos, y trajeron consigo convulsiones sociales, políticas e ideológicas.

El Cisma de la Iglesia de Occidente es un calco de esa situación, propicia también a movimientos heréticos y a búsqueda de la salvación por vías poco convencionales. Busca información sobre estos dos términos: “flagelantes” y “danzas de la muerte”.

Relatando la vida de Pedro de Luna ya hemos desvelado las claves de ese momento histórico tan tenso y complejo, al que tan ligada está su biografía: el largo episodio del pontificado de Avignon y la confluencia de dos y hasta tres papados simultáneos. Esos años están plagados de intrigas, alianzas políticas y juegos diplomáticos a varias bandas, con cambios de fidelidades y traiciones, neutralidades tibias y enfrentamientos armados en una Europa dividida. Se dieron hechos cuando menos chocantes. En los primeros años del Cisma, los papas Urbano (Roma) y Clemente (Avignon) se excomulgaron el uno al otro, con lo que toda la cristiandad se encontró excomulgada. El caos era tremendo: diócesis con dos obispos, monasterios con dos abades, órdenes religiosas con dos generales, parroquias con dos párrocos, etc.

Una crisis tan global como esta provocó reacciones extremas: espirituales, místicas e idealistas por una parte; materialistas e “inmorales” por otra. En la cultura, el laicismo y el humanismo empiezan a desafiar al dominio de la Iglesia. Esta institución milenaria y muy poco dada a los cambios empieza a notar fisuras que desembocarán en los movimientos de Reforma, como crítica radical y rupturista, en el siglo XVI.

Busca información sobre manifestaciones literarias y/o artísticas que dan un repaso más “terrenal”, que se bajan de lo estrictamente religioso y espiritual para hablar de debilidades, pecados y pasiones humanas. Por dar algunos ejemplos que te sonarán: El Libro de Buen Amor y La Celestina.

¿El origen de un estereotipo?

Pedro de Luna insistía en ser el único que, conforme a Derecho Canónico, podía sancionar un nuevo papa. En 1415, en Perpignan, durante siete horas, a sus 87 años, expuso ante Fernando de Aragón sus argumentos. Impartió, señala Antón Castro, “una lección magistral de oratoria, sabiduría teológica, irreverencia a los poderes humanos y terca independencia”. En otra ocasión llegó a decir que, antes de abdicar, se dejaría quemar.

El dicho “seguir en sus trece” hace referencia a quien no renuncia a lo que cree justo y se mantiene en sus ideas pese a que el entorno sea desfavorable. Nuestro protagonista se mostró firme hasta el final en su derecho a seguir ostentando la dignidad papal, a seguir siendo Benedicto XIII hasta sus últimos días.

Busca algunas expresiones que tengan un significado similar (“no dar su brazo a torcer”, “no bajarse del burro”, “navegar contra viento y marea”)

Hay quien ve en su actitud algo generalizable al modo de ser de los aragoneses. La terquedad como versión extrema de la tenacidad, la fuerza de voluntad y la vehemencia. O la confianza en uno mismo, el sentido de la justicia y el no renunciar a sus derechos, a lo que estima que le pertenece. Precisamente se ha dicho que Aragón es tierra de pactos y de negociación, pero también del atenerse a derecho (standum est chartae, o estar a lo pactado, respetar lo acordado).

Busca las definiciones de estos términos: obstinación – estereotipo – tópico.

Sabía que le acechaban los enemigos y que su terquedad centraba las disputas de consejos y reuniones regias. Fue designado papa cuando no lo deseaba, en un momento en que el Cisma conmovía al mundo entero y luego, para mantenerse en su puesto, resistió conjuras, combates prolongados, calumnias y pérdidas irremediables. Demostró que era tan diligente con la lanza y la espada como con la lengua. No era ambición, ni codicia de riquezas, aunque siempre fue habilidoso en la intriga y un diplomático convincente. (Antón Castro)

Un lunar (en las bases del antisemitismo) y varias virtudes en el de Luna

En la Baja Edad Media corrían tiempos difíciles e injustos para los judíos. Chivos expiatorios de muchos de los males que asolaban a Europa, a finales del siglo XIV fueron víctimas de pogromos, cruentas persecuciones con miles de muertos y conversiones forzosas en ciudades de las coronas de Castilla y Aragón. En ese ambiente hostil, el papa Benedicto convocó la Controversia de Tortosa (1413-1414): un debate entre cristianos y judíos, manipulado para arrebatar autoridad moral a los segundos y conducido por vías de adoctrinamiento (con rabinos que acudieron obligados y soportando acusaciones y amenazas). A Benedicto XIII se deben las bulas Contra judaeos y Etsi Doctoris Gentium, que contribuyeron a oscurecer más aún el panorama para las comunidades judías.

Esta “zona de sombra” encaja en una personalidad compleja. Impetuoso, como hemos visto, intelectual brillante y de gran cultura…

Pedro de Luna escribió el Libro de las consolaciones humanas, en el que sigue al filósofo latino Boecio. No hay acuerdo sobre su fecha de redacción: unos mantienen que lo escribió antes de ser nombrado cardenal, y otros lo datan en 1414, momento en el que sufre el mayor acoso internacional. El tratado, repartido en quince libros y 68 capítulos, muestra diversos procedimientos para enseñar al individuo a superar las adversas circunstancias de la naturaleza humana.

 

… mecenas…

Hombre poderoso, Pedro de Luna financió obras que hoy día ya no existen (como el cimborrio de la catedral de la Seo de Zaragoza, San Pedro de Calatayud y un busto-relicario de Santa Engracia que al parecer fundieron los franceses durante la Guerra de la Independencia), y otras que aún permanecen: los bustos-relicario de San Valero, San Vicente y San Lorenzo (hoy día en la Seo), ornamentos en las catedrales de Valencia y Tortosa, en el monasterio de Santes Creus (Tarragona)  y parte del claustro de la catedral de Huesca. En varias bibliotecas (Nacional de Madrid, Nacional de París, El Vaticano, El Escorial, entre otras) se conservan ejemplares de su magnífica biblioteca de libros religiosos y autores clásicos y contemporáneos.

… y hombre influyente.

El Papa Luna consiguió que se celebrase en Caspe el compromiso para elegir al rey de Aragón, y que este fuese Fernando de Trastámara (familia amiga desde que, de joven, auxiliase al abuelo de Fernando, Enrique, en la guerra civil que concluyó con este en el trono de Castilla).

Aunque Benedicto XIII también supo de lo veleidoso de las amistades.

San Vicente Ferrer, muy dado a la predicación, tuvo mucho que ver en ese antisemitismo generalizado al que hemos aludido. Este dominico valenciano también influyó enormemente en la política de la Corona de Aragón y en el resultado final del Compromiso de Caspe, culminado en la elección de Fernando de Antequera como rey de Aragón. Ferrer también se llevó muy bien con Benedicto XIII, aunque terminó dejándole de lado. Otro que terminó retirando su apoyo al Papa Luna fue, precisamente, el rey Fernando, que había sido muy beneficiado por acciones del aragonés. Este se quejaba: “A mí, que te hice, me envías al desierto”.

Una aventura del Papa Luna… en pleno siglo XXI

Al año siguiente de su muerte, el cadáver de Pedro de Luna fue desenterrado para trasladar sus restos a Illueca y se descubrió que seguía intacto. Fue instalado en su palacio dentro de una urna, en el mismo lugar donde había nacido. El cuerpo se perdió durante la Guerra de Sucesión, a principios del XVIII, y solo se recuperó el cráneo, que se trasladó al palacio de Argillo en la cercana localidad de Sabiñán. En abril del año 2000, la reliquia fue robada, pidieron un rescate de un millón de pesetas. Se desenmascaró a unos “secuestradores” bastante torpes (en el fondo no pasó de una vulgar gamberrada). Tras dos décadas custodiado en el Museo de Zaragoza, en la primavera de 2021 volvió a Sabiñán, a la capilla de Santa Ana, acondicionada en el interior de la iglesia de San Pedro, donde puede visitarse en la actualidad.

Visita la página cuyo enlace se muestra entre las referencias (documental El Papa Luna, 600 años sin descanso). Podrás saber muchas más cosas acerca de esta personalidad tan compleja.

Para terminar: el «otro» Benedicto XIII

Al haber ejercido el pontificado en medio de ese lío, y negarse a ceder ante la línea mayoritaria, Pedro de Luna no es reconocido en la lista oficial de papas. Ha pasado a la historia de la Iglesia como “antipapa” (lo que arrastra una idea negativa hacia la posteridad). Cuando en 1724 el dominico Pietro Francesco Orsini fue elegido Papa, y tomó el nombre de Benedicto, empezó a utilizar el ordinal XIV, hasta que se le advirtió de que el que había llevado el XIII había sido un antipapa y por tanto quedaba libre, rectificando en la numeración. En 2018 se presentó una iniciativa al Vaticano para pedir la rehabilitación de Pedro de Luna como papa oficial, apoyada por varios obispos españoles. Como con otras cosas, parece que las cosas de palacio van despacio.

Hay una Historia “oficial”, escrita por los vencedores, pero en el reverso hay otras “historias alternativas”. Benedicto XIII, “el nuestro”, pese a ser un hombre poderoso en vida (también atormentado), parece formar parte de esa otra cara de la Historia. Busca, consulta, pregunta y comparte ejemplos de “historias oficiales” e “historias desde abajo”: personas olvidadas, acontecimientos poco recordados, etc. Da para una buena reflexión.

 

El Papa Luna

Descarga desde este enlace el PDF de la publicación editada por la editorial Xordica con el patrocinio de la Obra Social de Ibercaja.

Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados

Descarga desde este enlace el PDF de la publicación Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados, de Antón Castro y José Luis Cano, editada por el Gobierno de Aragón en 1993.

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