Conde de Aranda
Un ilustrado al servicio del rey
Siétamo, 1719 – Épila, 1798
Pedro Pablo Abarca de Bolea nació en 1719 y pasó sus primeros años de vida en su pequeña localidad natal, Siétamo, educado por maestros jesuitas. Tras la muerte de su hermano mayor se convirtió en el primogénito de su familia, de la alta nobleza, y cuando su padre fue destinado como oficial del ejército al norte de Italia, él, con nueve años, le acompañó. El Tratado de Utrecht había puesto fin a la Guerra de Sucesión y llevado al trono de España a una nueva dinastía, los Borbón, aunque había cedido a Austria territorios españoles en la península Itálica que la segunda esposa de Felipe V, Isabel de Farnesio, quería recuperar para que en ellos reinasen sus hijos.
En Bolonia y en Parma Pedro Pablo continuó con su educación, de nuevo de la mano de los jesuitas. Pero a los diecisiete años abandonó sus estudios para empuñar las armas. Siempre había querido ser militar, como su padre. Participó en sucesivos combates contra los austriacos y dados su arrojo y su habilidad, con solo veintiún años ya lucía los galones de coronel.
En 1742 falleció su padre y él heredó sus posesiones y sus títulos, entre ellos el de X conde de Aranda, por el que es conocido. Un año más tarde, en la batalla de Campo Santo, resultó herido de gravedad. No abandonó por ello su lucha contra los austriacos hasta que se firmó la Paz de Aquisgrán, en 1748. Para entonces, ya era mariscal de campo.
Aprovechó la etapa de paz para recorrer Francia, Bélgica y Centroeuropa, donde se estaban imponiendo las ideas de la Ilustración, un movimiento cultural que defendía la primacía del conocimiento y la razón como motor de progreso. Contactó con los enciclopedistas parisinos, estudió tácticas militares en Prusia, de donde tomó la Marcha Real que luego se convertiría en el himno de España, y en Sajonia visitó las fábricas de porcelana de Meissen, para imitar sus técnicas de trabajo en la factoría de cerámica de Alcora, en la provincia de Castellón, fundada por su padre.
En 1755 fue designado embajador español en Portugal, país natal de la reina Bárbara de Braganza, iniciando así su carrera diplomática. No estuvo mucho tiempo en Lisboa, arrasada por un terremoto. Pidió ser relevado y a su vuelta se le encomendó reorganizar los cuerpos de Artillería e Ingeniería del ejército español, pese a la resistencia de algunos altos mandos.
Cuando Carlos III llegó al trono, lo escogió como embajador en Polonia y Sajonia, destino del que tuvo que regresar a toda prisa para ponerse al mando del ejército español que combatía con el portugués, en el marco de la Guerra de los Siete Años. Aunque el resultado de los enfrentamientos no fue muy exitoso, al acabar el conflicto Aranda fue nombrado capitán general y gobernador del reino de Valencia.
En 1766, las malas cosechas y el alza del precio del pan dieron lugar a graves altercados que fueron aprovechados en beneficio propio por quienes se oponían a las reformas impulsadas por los consejeros de Carlos III. Ese levantamiento popular, conocido como el “motín de Esquilache”, nombre de uno de los ministros extranjeros del monarca, puso en peligro la corona. Y el soberano, para poner orden, llamó a su militar más capaz, el conde de Aranda. Este sofocó las revueltas y a continuación fue nombrado presidente del Consejo de Castilla.
Desde ese puesto, el principal en el gobierno después del rey, consolidó la autoridad real y continuó con las políticas ilustradas. Durante su mandato, disminuyeron los privilegios de la Iglesia y se decretó la expulsión de los jesuitas, uno de los grupos de presión contrarios a los cambios, por lo que algunos de sus enemigos lo trataron de anticatólico. Con la colaboración de otros aragoneses, lo que algunos historiadores han llamado “el partido aragonés”, intentó sanear la economía y modernizar el país. Mandó hacer el primer censo de España, redactó leyes en busca de incrementar la prosperidad agrícola y mercantil, apoyó el desarrollo de las Reales Fábricas y la construcción del Canal Imperial y del Canal del Manzanares, convirtió Madrid en una capital renovada, limpia y monumental, a la altura de otras capitales europeas y, además, acometió mejoras en el terreno cultural y artístico.
De firmes principios aristocráticos, sus desacuerdos con otros ministros y con el propio monarca propiciaron que fuese relevado en la presidencia del Consejo de Castilla y enviado de embajador a París, en 1773. En Francia retomó su contacto con pensadores ilustrados y participó en las negociaciones de paz con Inglaterra que condujeron a la independencia de los Estados Unidos, hecho que adivinó como un peligroso precedente para el futuro de las posesiones españolas en América. Recobró para España Menorca y Florida, en poder de los ingleses. Sin embargo, no lo logró con Gibraltar.
Con el ascenso al trono de Carlos IV, el conde de Aranda recuperó una posición de privilegio en la corte madrileña. Batalló para que la Revolución francesa no se extendiese a nuestro país, pero se opuso a una guerra para la que el ejército español no estaba preparado. Su enfrentamiento con Manuel Godoy, protegido de los monarcas, tuvo como consecuencia su destitución, destierro y encarcelamiento, hasta que en 1795 se le permitió retirarse a sus posesiones en Épila. Allí, apartado, se dedicó a administrar sus tierras y a colaborar con la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, que había ayudado a crear, hasta su fallecimiento. Tras décadas de servicio público, este insigne militar, diplomático y político, obsesionado con la mejora de su nación y de sus habitantes, fue enterrado por deseo propio en el monasterio de San Juan de la Peña, panteón de los reyes de Aragón, con quienes estaba emparentado.
Referencias
- María Dolores Albiac (1998): El conde de Aranda. Los laberintos del poder. Zaragoza: CAI.
- José Luis Cano (1998): El gran Conde de Aranda. Zaragoza: Xordica.
- Antón Castro (1993): “La leyenda negra del Conde de Aranda”, en Antón Castro y José Luis Cano, Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados (pp. 114-119). Zaragoza: Gobierno de Aragón.
- Eloy Fernández Clemente (2004): Estudios sobre la Ilustración aragonesa. Zaragoza: IFC.
- Rafael Olaechea y José Antonio Ferrer Benimeli (1998): El conde de Aranda (mito y realidad). Huesca: DPH [1ª ed., 1978, Zaragoza: Librería General].
- Pedro J. Pérez Correas (2002): La huella del conde de Aranda en Aragón, Zaragoza.
- Pedro J. Pérez Correas (2013): 1794, el destierro del conde de Aranda. Sus memorias. Zaragoza.
- Arturo Pérez Reverte (2015): Hombres buenos (novela). Madrid: Alfaguara.
- AA. (2000): El conde de Aranda y su tiempo. Zaragoza: IFC.
- Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Conde_de_Aranda
Actividades didácticas
El conde de Aranda, militar de vocación
Lee y comenta el siguiente texto, con curiosos datos sobre la importancia del conde de Aranda en la organización del ejército español. Observa cómo algunos de los planteamientos de este ilustrado aragonés han llegado hasta nuestros días.
El X conde de Aranda, nacido en Siétamo en 1719, de lo que se cumplen ahora tres siglos, fue político, diplomático, gran propietario agrario, emprendedor industrial, letrado y políglota, mecenas y filántropo. Pero, ante todo, fue y se sintió militar. Probablemente una de las mayores frustraciones de su vida consistió en que la Corona no le permitió desempeñarse como competente jefe de guerra, que lo fue, en numerosas ocasiones. De tal modo que incluso llegó a abandonar su innata arrogancia para suplicar a Su Católica Majestad que accediese a encomendarle algunas campañas. Pocas veces lo logró. Sorprendentemente, podría decirse, porque sus actuaciones fueron éxitos de organización y demostraciones de recto entendimiento de las circunstancias, a menudo tan complicadas, de la guerra.
Con 17 años, cuando usaba como título el de duque de Almazán –secundario en su familia–, se escapó sin permiso del colegio de jesuitas italianos donde se educaba –su padre, el IX conde, tenía en Italia un mando militar– y se enroló en el ejército español de Italia. Un noble de alta cuna con aptitudes tenía el camino despejado en la milicia. De inmediato fue capitán de los granaderos –una tropa distinguida y bien entrenada, a la que se pedían condiciones especiales de fortaleza, presencia, agilidad y honradez– en el regimiento que mandaba y sostenía su padre. Por cierto que esa unidad aún existe: entonces se denominaba Castilla y hoy se llama Inmemorial del Rey nº 1. Su origen se remonta al siglo XIII y, lógicamente, encabeza la nómina de los actuales regimientos españoles de Infantería.
Enseguida (1740) fue nombrado coronel de Infantería por Felipe V, lo que le capacitaba para hacerse cargo de un regimiento. El 8 de febrero de 1743 intervino en una cruenta batalla con motivo de la guerra de Sucesión de Austria, una conflagración entre grandes potencias, librada en tres continentes, en la que Prusia, España y Francia se enfrentaron con Austria, Rusia e Inglaterra. En el pueblo lombardo de Campo Santo tuvo una dura prueba, casi letal. Quedó inerte, muerto en apariencia y entre cadáveres, hasta que lo hallaron al día siguiente. Además de una convalecencia que no le disuadió de volver a la batalla, su valor y nuevas heridas padecidas en combates posteriores le valieron el ascenso a brigadier.
Pero como artillero –rama bélica técnicamente exigente y de escogida plantilla– por formación y vocación, y con valor probado en el combate, apenas pudo demostrar sus reconocidas capacidades en la organización logística y el mando de operaciones. Fue excepción una guerra hispanofrancesa contra Portugal e Inglaterra (1762), en la que hubo de sustituir, tras meses de combates, a un jefe incompetente y decrépito, cambiando para mejor el curso de la campaña.
Política de defensa
Aranda fue notable gestor de recursos, en general, y de los castrenses, en particular. Como embajador con vasta experiencia internacional conocía el valor que para un país tiene su capacidad militar. Hay textos suyos contra una propaganda enemiga que desfiguraba la cuantía y capacidad de las tropas españolas y replicó, airado, a un libelo que asignaba a la Corona tres regimientos de Infantería cuando eran treinta y dos, sin contar los de América, «tan bien disciplinados como los del ejército de Europa». Sabía que ridiculizar esa potencia dañaba la política española que era apoyar a los rebeldes norteamericanos, buscar la recuperación de Gibraltar y favorecer a las vastas tierras españolas en Norteamérica.
Carlos III, conocedor de las deficiencias de su ejército, formó una comisión presidida por un capitán general. Los trabajos incluían la redacción de nuevas Ordenanzas, pero se interrumpieron. Aranda era capitán general desde 1763 y, en 1767, el rey le encargó retomar la tarea, que ultimó con éxito. La calidad del texto lo hizo perdurar hasta que Juan Carlos I encargó su renovación al general Gutiérrez Mellado en 1978. Se retocaron en 2007 y un ejemplo que muestra su acierto es el párrafo que define la figura del cabo:
Como jefe más inmediato del soldado o marinero, se hará querer y respetar de él; no le disimulará jamás las faltas de subordinación; le infundirá amor al servicio y mucha exactitud en el desempeño de sus obligaciones; será firme en el mando, graciable en lo que pueda y será comedido en su actitud y palabras aun cuando sancione o reprenda.
Compare el lector con el texto de 1767:
Como jefe más inmediato del soldado se hará querer y respetar de él, no le disimulará jamás las faltas de subordinación. Infundirá en los de su escuadra amor al oficio y mucha exactitud en el desempeño de sus obligaciones. Será firme en el mando, graciable en lo que pueda, castigará sin cólera y será medido en sus palabras, aun quando reprehenda.
Asombrosa coincidencia y, más, si se tiene en cuenta que, en el texto antiguo, el rey hablaba en primera persona. Así y todo, apenas hubo que cambiarle nada, tal fue su atinada concepción. Aranda, como otras veces, había suplido las deficiencias con incansable celo.
Fuente: Aranda Militar, por Guillermo Fatás.
El conde de Aranda y Carlos III
El conde de Aranda y Carlos III
Busca información y explica en qué consiste esta forma de gobierno.
¿Qué monarcas europeos son considerados ilustrados en el siglo XVIII?
En la imagen se ilustran los problemas ocasionados por algunas de las reformas llevadas a cabo sobre la vestimenta tradicional derivadas del reformismo de Carlos III, en este caso acortar las capas y coser las alas del sombrero.
¿Fueron estas reformas sobre vestimenta las únicas causas del llamado Motín de Esquilache?, ¿qué otros sucesos provocaron las revueltas por todo el país? Averigua en internet en qué consistió el Motín del Pan de Zaragoza. ¿Cuándo se produjo?, ¿por qué?, ¿cómo acabó?, ¿crees que tiene alguna relación con el Motín de Esquilache?
Después del motín de Esquilache (1766), Carlos III llamó al conde de Aranda a Madrid y le nombró gobernador del Consejo de Castilla, cargo desde el que inició el proceso que acabaría con la expulsión de los jesuitas en 1767, bajo la acusación de actuar contra el rey y organizar motines.
¿Por qué crees que se expulsó en realidad a los jesuitas del país? ¿Quién controlaba la educación media y superior en España a comienzos del siglo XVIII? ¿Qué consecuencias podía tener ese control? ¿Los jesuitas fueron expulsados solo de España o también de otros países? ¿Qué consecuencias tuvo en los dominios españoles en América? Averigua en internet qué eran las reducciones jesuitas de Paraguay y qué pasó con ellas tras la expulsión de los jesuitas.
A lo largo de los siete años que estuvo al frente del Consejo de Castilla, instauró una política reformista basada en los principios de la Ilustración con la que consiguió el elogio del mismo Voltaire.
Acometió muchas otras tareas de las más variadas características: promulgó leyes favorecedoras de la minería, la navegación y el comercio; promovió la urbanización de Madrid (división en barrios, construcción del paseo del Prado) y de otras grandes ciudades, y organizó bailes y otras diversiones; hizo salir de la capital a los numerosos clérigos desocupados o que se encontraban fuera de su lugar de residencia; creó centros de cultura de enseñanza gratuita y mejoró las universidades, colocándolas bajo el control del Estado y dotándolas de nuevos planes de estudio…
¿Qué actuaciones acordes con el pensamiento ilustrado llevó a cabo Aranda como responsable del Consejo de Castilla? ¿Quién fue Voltaire?
Intrigas de sus enemigos y la enemistad del rey causaron su caída en 1773 y el envío como diplomático a París para apartarlo de la Corte. No obstante, se trataba de un puesto importante y desde él se ocupó de la política exterior española, en especial los dominios españoles en América.
Lee la novela de Arturo Pérez Reverte titulada Hombres buenos. ¿Qué papel desempeña en ella el conde de Aranda? ¿Qué sabes de la Enciclopedia que se editó en Francia en el siglo XVIII? ¿Qué consecuencias tuvo su publicación? ¿Por qué crees que algunos pensaron que se oponía a la Biblia?
Viajero por Europa
En su biografía hemos leído que el conde de Aranda viajó a lo largo de su vida por toda Europa. Durante su infancia y primera juventud por Italia, con su padre. Más tarde, entre 1748 y 1755 realizó un instructivo viaje por Francia y Centroeuropa, lo que le permitió observar los avances de la Ilustración y tener una visión moderna sobre el ejército, las industrias, la educación, etc. Posteriormente, fue embajador en varios países: Portugal, Polonia y Francia.
Conecta los viajes del Conde de Aranda con sus actividades.
1. Prusia Conoce a Federico el Grande, una de las grandes figuras políticas de la época | a) Corta estancia después del terremoto de Lisboa en 1755 | |
2. Sajonia Conoce las fábricas de porcelana de Meissen | b) Guerra entre España y Portugal, dentro del conflicto de la Guerra de los Siete Años, que enfrentó a casi todas las potencias de la época entre 1756 – 1763 | |
3. Lisboa Embajador en Lisboa | c) Intervención personal en el tratado de Paz de Versalles (1783) entre España e Inglaterra | |
4. Polonia y Sajonia Embajador en Polonia | d) Estudia la táctica militar del ejército prusiano | |
5. Portugal Comandante del ejército español | e) Embajador extraordinario ante el rey de Polonia y elector de Sajonia Augusto III, suegro de Carlos III. Durante su estancia se firma en 1761 el Pacto de Familia | |
6. París Embajador de España en Francia 1773 – 1787 |
f) Aprende nuevos métodos para mejorar su fábrica de loza y porcelana de Alcora |
1-d, 2-f, 3-a, 4-e, 5-b, 6-c
Cargos y reyes
Enlaza los reyes con los cargos que desempeñó (y episodios que vivió) el conde de Aranda con cada uno de ellos.
Felipe V | a) 1766 – 1773 Presidente del Consejo de Castilla. |
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b) 1756 Director general de Artilleros e Ingenieros y coronel del Regimiento de Artillería. |
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Fernando VI | c) 1761 – 1763 Guerra entre España y Portugal. Se pone al frente del ejército español en Portugal. |
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d) 1755 Embajador extraordinario en Lisboa. |
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e) 1793 – 1795 Destierro en Jaén. |
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Carlos III | f) 1763 – 1766 Capitán general de los reinos de Valencia y Murcia, gobernador del reino de Valencia y presidente de su Audiencia. |
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g) 1773 – 1787 Embajador de España en Francia. |
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h) 1760 – 1761 Embajador extraordinario en Polonia. |
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Carlos IV | i) 1741 – 1748 Lucha en las guerras en Italia contra los austriacos |
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j) 1792 – 1793 Decano del Consejo de Castilla y primer secretario de Estado |
Felipe V: i
Fernando VI: b – d
Carlos III: a – c – f – g – h
Carlos IV: e – j
El gran Conde de Aranda
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Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados
Descarga desde este enlace el PDF de la publicación Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados, de Antón Castro y José Luis Cano, editada por el Gobierno de Aragón en 1993.
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